La memoria es
considerada una de las funciones cognitivas más importantes del ser humano.
Desde Cicerón (siglo I
a. C.) pasando por Ebbinghaus (finales del siglo XIX) hasta la actualidad,
estudiosos de todos los tiempos han hablado de la memoria, unos con más
aciertos que otros (teniendo en cuenta el conocimiento que tenemos
actualmente).
Según el Diccionario de
la Lengua Española, memoria es la “facultad psíquica por medio de la cual se
retiene y recuerda el pasado”. Curiosamente, se delimitan dos aspectos
fundamentales: retener (en Neuropsicología lo llamaríamos fijar y consolidar) y
recordar (evocar). En Wikipedia, la Enciclopedia libre por Internet, figura la
siguiente definición: “la memoria humana es la función cerebral resultado de conexiones
sinápticas entre neuronas mediante la que el ser humano puede retener
experiencias pasadas. Los recuerdos se crean cuando las neuronas integradas en
un circuito refuerzan la intensidad de las sinapsis”. No sólo este punto no
está demostrado, sino que supone dar un salto de lo abstracto a lo material, es
decir, no dar el significado en cuanto significado sino en cuanto explicación
del significado. Así, la memoria pasa de ser retención y evocación de hechos a
una función neuronal que se da cuando ocurren determinadas actividades intra y
extraneuronales.
Markowitsch (2000) la
definió como “una función cognitiva que permite al ser humano registrar las
diferentes informaciones que llegan al cerebro, almacenarlas y utilizarlas
cuando sea necesaria o cuando se requiera. La memoria permite el encadenamiento
y conexión temporal de unos sucesos con otros, ayudando a unir experiencias a
lo largo del devenir temporal de los días, meses y años”.
En cualquier caso,
definir claramente lo que es la memoria quizá no sea una tarea tan fácil como
en un primer momento parece, estando implicadas otras funciones cognitivas en
su definición y en su ejecución.
Eichenbaum (2003)
afronta los inicios de la investigación en la memoria en lo que él llama “las
cuatro C”, a saber:
• Conexión.
• Cognición.
•
Compartimentalización.
• Consolidación.
En el primero de ellos
-conexión- Eichembaum llama la atención sobre el estudio de la memoria desde el
sistema de circuitos que hacen posible, mediante conexión, que la memoria se
dé. Es decir, que presta atención principalmente a los sistemas de
procesamiento de información, estando los investigadores en este nivel
preocupados por cómo se producen dichas conexiones y cuáles son las necesidades
reales de conexión para que la memoria se produzca. Incluso, como diría
Eichembaun, tratan de “descubrir episodios moleculares específicos”.
En la cognición, los
investigadores -principalmente psicólogos en este ámbito- llevan la discusión y
los estudios al terreno del asociacionismo, es decir, a los procesos por los
cuales de produce el aprendizaje, los mecanismos de estímulo-respuesta,
estímulo-refuerzo y otros. No importa en este nivel de análisis quién sustenta
la memoria, sino qué aspectos psicológicos (cognitivos principalmente) son los
más implicados, sobre la si la complejidad de la memoria -diría Eichenbaum
“puede resumirse o no en unos cuantos principios asociativos simples”.
Sobre la
compartimentalización habla de la “localización de la memoria” y de un hecho
que todavía algunos no se atreven a decir: no existe una sola memoria (igual
que no existe una sola percepción o una sola praxia). Es decir, la memoria está
segregada al igual que lo están el resto de las funciones cognitivas. En el
caso de la percepción, se hablaba de la segregación de las gnosias (un paciente
puede tener agnosia cromática y el resto de gnosias normales). Igualmente, la
memoria es una función en la que cada vez más se habla de la segregación
(conservación de memorias emocionales y pérdida de la memoria de hechos; pérdida
de memorias de hechos que tienen relación con un tiempo y que para su
recuperación hay que “viajar en el tiempo” -como diría Tulving- y conservación
de memoria de hechos en los que no hay que hacer ese “viaje”).
En cuanto a la
consolidación, se refiere a “cuándo y cómo los recuerdos se vuelven
permanentes”, es decir cómo los hechos se vuelven memoria y lo hacen de manera
permanente. Es la pregunta que nos obsesiona: ¿cómo es posible que unas células
guarden algo no material? Se ha avanzado mucho en este sentido y en describir
las cascadas celulares, moleculares, etc., cerebrales, pero aún así este es un
nivel demasiado vago y, seguramente, cientos de datos nos vendrán dados desde
el descenso a la investigación a un mundo atómico o incluso subatómico.
Sin más, a continuación,
haremos un repaso de los principales tipos de memoria y posteriormente
trataremos los procesos mnésicos y las distintas enfermedades que afectan a
procesos mnésicos, ya sea de manera directa o indirecta.
Principales tipos de memoria.
Los inicios de los
modelos mnésicos tal y como los conocemos actualmente se lo debemos a William
James (1890), quien hizo la primera distinción entre memoria primaria y memoria
secundaria, que hoy día se conocen desde la Psicología Cognitiva como memoria a
corto plazo y memoria a largo plazo respectivamente.
Posteriormente,
Atkinson y Shiffrin (1968) introdujeron el concepto de memoria sensorial.
1. Memoria sensorial.
En la memoria
sensorial, la información permanece el tiempo necesario para que sea atendida
selectivamente e identificada para poder procesarla posteriormente. Los datos
que esta memoria almacena y registra tiene una duración de muy poco tiempo
(oscila entre 200 y 300 mseg), y los datos pueden ser de tipo visual (icónica),
auditiva (ecoica), olfatoria…..
Este tipo de memoria ha
sido muy discutida por distintos autores, dado que no hay claras evidencias (sí
pruebas, pero contradictorias) de su “existencia” como entidad independiente.
De hecho, en el clásico libro de Eichenbaum (2003) sobre la memoria, no se hace
referencia alguna a la memoria sensorial.
2. Memoria a corto plazo
Una vez que se ha
seleccionado y atendido una información en la memoria sensorial, pasa a un
almacén de memoria que se conoce con distintas nomenclaturas: memoria a corto
plazo, memoria operativa, memoria inmediata, memoria activa o memoria primaria.
Baddeley y Hitch (1974)
ampliaron el concepto de memoria primaria o memoria a corto plazo,
introduciendo el concepto de la memoria operativa o memoria de trabajo (working
memory). Con esta nueva terminología, se hace referencia a un sistema que
realiza dos funciones. Por un lado, es capaz de mantener una información en la
mente no estando dicha información presente. Por otro lado, puede manipular esa
información permitiendo intervenir en otros procesos cognitivos superiores.
Este concepto aún no tiene toda la claridad que precisa un concepto en
Neuropsicología.
El modelo de Baddeley y
Hitch ha sufrido una reformulación (Baddeley, 2000), y se ha fragmentado la
memoria de trabajo en cuatro subcomponentes diferenciados:
• Bucle fonológico:
“hace referencia a un proceso de control basado en el repaso articulatorio.
Este subcomponente actúa, por tanto, como en un sistema de almacenamiento
provisional que le permite utilizar el sistema subvocal hasta que su cerebro
procese esa información. Es relevante para el almacenamiento transitorio del
material verbal y para mantener el habla interna que está implicada en la
memoria a corto plazo” ( Tirapu y Muñoz-Céspedes, 2005). El bucle fonológico
intervendría en la lectura o en el aprendizaje de un número de teléfono.
• Agenda visuoespacial:
“opera de forma similar al bucle fonológico, sólo que su contenido se centra en
mantener y manipular imágenes visuales” (Tirapu y Muñoz-Céspedes, 2005). La
agenda visuoespacial intervendría en la creación de imágenes, o en el
aprendizaje de un itinerario.
• Buffer episódico: “la
información fonológica y visual se combina de algún modo, e integra además la
información que proviene de la memoria a largo plazo. Se trata en definitiva,
de un sistema de donde se almacena simultáneamente información de los dos
primeros componentes y de la memoria a largo plazo, de modo que se crea una
representación multimodal y temporal de la situación actual” (Tirapu y
Muñoz-Céspedes, 2005).
• Sistema ejecutivo:
(análogo al modelo del Sistema Atencional Supervisor -SAS- de Shallice y
Norman) “es un sistema por medio del cual se llevan a cabo tareas cognitivas en
las que interviene la memoria de trabajo, y que realiza operaciones de control
y selección de estrategias” (Tirapu y Muñoz-Céspedes, 2005).
La memoria a corto
plazo no puede reducirse a un sistema de almacenamiento pasivo a corto plazo,
sirve de memoria de trabajo y funciona como un sistema de capacidad limitada
(7+-2 elementos según algunos autores), capaz de almacenar pero también de
manipular las informaciones, permitiendo el cumplimiento de tareas cognitivas
como el razonamiento, la comprensión y la resolución de problemas, gracias al
mantenimiento y a la disponibilidad temporal de las informaciones (Roger Gil,
1999).
3. Memoria a largo
plazo
La memoria a largo
plazo (memoria diferida), permite que la información de almacene de forma
duradera. Podemos dividir esta memoria en memoria explícita y memoria
implícita.
3.1. Memoria implícita
La memoria implícita o
procedimental es un tipo de memoria que almacena de manera inconsciente.
Aparece normalmente en el entrenamiento de capacidades reflejas motoras o
perceptivas (Kandel, 2001).
Diferentes formas de
memoria implícita se adquieren a través de diferentes maneras de aprender e
involucran a regiones cerebrales distintas. La memoria adquirida a través del
condicionamiento de temor, que tiene un componente emocional, se cree que
implica al núcleo amigdalino. La memoria por condicionamiento operante requiere
el estriado y el cerebelo. La memoria adquirida a través del condicionamiento
clásico, sensibilización y habituación implica órdenes de los sistemas
sensoriales y motores implicados en el aprendizaje (Kandel, 2001).
3.2. Memoria explícita
La memoria explícita o
declarativa incluye el conocimiento objetivo de las personas, los lugares y las
cosas y lo que ello significa. Esto se recuerda de manera consciente y
deliberada. Es muy flexible y afecta a la asociación de múltiples fragmentos y
trozos de información (Kandel, 2001).
Su adquisición se
relaciona con el sistema hipocampal y otras estructuras del lóbulo temporal
medial del cerebro. El hipocampo es sólo una estación transitoria en el camino
hacia la memoria a largo plazo. El almacenamiento a largo plazo del
conocimiento episódico y semántico radica en diferentes áreas de la corteza
cerebral (Morgado, 2005).
Por tanto, las áreas de
asociación son los últimos depósitos de la memoria explícita, por lo que el
daño de la corteza de asociación destruiría o alteraría el recuerdo de
conocimiento explícito que se adquirió antes de la lesión (Kandel, 2001).
Tulving fue el primero
en clasificar la memoria explícita en episódica y semántica.
3.2.1 Memoria episódica
La memoria episódica
permite al ser humano almacenar y recordar acontecimientos acaecidos durante
nuestra vida, ya sea de nuestra historia personal, familiar o del ámbito
social. Esta memoria episódica está sujeta a una referencia temporoespacial (p.
ej., qué cenaste ayer). Cuando se dice que está sujeta a una referencia
temporoespacial, se refiere a que ese recuerdo está sujeto a un tiempo (ayer) y
a un espacio (en casa).
Las áreas de la neocorteza
que aparecen estar especializadas en el almacenamiento a largo plazo del
conocimiento episódico son las zonas de asociación de los lóbulos frontales.
Estas áreas prefrontales trabajan con otras zonas de la neocorteza para
posibilitar el recuerdo de dónde y cuándo sucedió un acontecimiento (Kandel,
2001).
3.2.2. Memoria
semántica
La memoria semántica
hace referencia a los conocimientos, “el saber”, “la cultura” de una persona,
información que adquirimos a través de los libros y la enseñanza desde el
colegio. No está sujeta a una referencia espaciotemporal, (¿Cuál es la capital
de Francia?), no recordamos en que lugar y que día adquirimos esa información.
Los estudios de los
pacientes con daño en la corteza de asociación han mostrado que diferentes
representaciones de un objeto se almacenan de forma separada. El conocimiento
semántico no se almacena en una región única. Más bien, cada vez que el
conocimiento sobre algo es recordado, el recuerdo se construye a partir de
fragmentos diferentes de información, cada uno de los cuales se almacena en
almacenes de memoria especializados. Como resultado, el daño a un área
específica cortical puede provocar a la pérdida de información específica y,
por tanto, fragmentación del conocimiento (Kandel, 2001).
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